La zona elegida... mi querida Granja de San Ildefonso. Su entorno idílico entre montañas y rodeada de agua, hacen que los paseos por cualquiera de sus caminos sea un deleite.
Antes de nada, una rápida visita al embalse del Pontón. Pero no hay muchas aves que ver. No hay patos, ni cormoranes, ni siquiera los ratoneros que habitualmente posan despreocupados por las copas de los árboles del entorno.
Hace frío y se nota. El viento es el principal responsable de una sensación térmica que ronda los seis grados bajo cero.
Pues nada, vamos al área recreativa de Boca del Asno, a lo mejor hay más suerte y se puede ver algún pajarillo como herrerillos, carboneros, pinzones, o algún trepador.
Con mucho cuidado, bajamos el puente helado de Boca de Asno a cruzar el río Eresma. Qué frío daba sólo mirar el río. Cómo bajaba de agua, muchas zonas del camino empedrado de las Pesqueras Reales estaban tomadas por el agua.
Pero no hay dificultades para una experta andarina, jiiiji. Este paraje que me gusta tanto que es el lugar perfecto para pasar un día de campo con cámara de fotos y bocadillo en la mochila.
Bueno, pues nada más comenzar andar, allí estaba un habitual del río. El mirlo acuático.
Con el frío que hacía, la cantidad de agua que traía el río, y lo helada que estaba el agua... Pues allí estaba el mejor buceador que conozco.
Con él ya hice el resto de la mañana, jejejjeje, río arriba, río abajo, y como una auténtica paparazzi intentando sacar la mejor instantánea de este simpático mirlo.
No sólo había uno, llegué a ver cuatro ejemplares diferentes afanados en la búsqueda de comida bajo las piedras del Eresma. Ni corto ni perezoso, se lanzaba a las pozas más profundas y cuando parece que ya no le vería más, salía "escopetado" a la superficie. Ni despeinado, ni mojado, ni entumecido por el frío. Es un crack este pajaro. Verlo entrar y salir del río fue de lo más anecdótico del día.